El aire
no debería
lamer
entre tus cuerdas
ni dar vida
a ciertas frases.
Mieles amargas
discurren
entre tus
pensamientos.
Tus verbos
son dagas
proyectadas
en sentidos
tan diversos.
Intentan
penetrar
apariencias
invulnerables.
Un segmento
purpura
propenso
a ser
verdusco
no dejará
mayores
rastros
en mi
ni sobre
otras pieles.
Sólo
tus palabras
muertas
le restan
a mi
conciencia
el sosiego
infiltrado
de la luz.
“La Dama de Ébano”

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